La Maestranza se hizo
por él mujer en Sevilla,
se volvió magia y hechizo
y llegó a ser maravilla.
Cuando anunció en sus carteles,
que "el De la Puebla" venia,
la plaza se volvió imperio,
ni un alma en ella cabía.
Cada pase de capote,
son oles de poesías,
de esos que salen del alma
cuando Morante se inspira.
Traza al aire una verónica
de las que nunca se olvidan
Sus faenas se hacen versos,
versos que llenan de vida,
cada vuelta al ruedo es
un sentimiento que vibra.
Pañuelos blancos al aire
e ilusiones conseguidas.
Sabor añejo a toreo,
de ese que gusta en Sevilla
porque él, es diferente,
ya De Paula lo veía,
tiene un duende que pellizca
a todo aquel que lo mira.
Y se proclama su nombre
entre tendidos y brisas,
que aquí presume la gente
de llamarse "morantistas".
Aquel niño De la Puebla,
soñó con La Maestranza,
y La Maestranza soño
con el arte de su estampa.
Y Sevilla fue testigo,
en ese preciso instante,
de que el arte se hizo "arte"
en Jose Antonio Morante
¡¡Magnífico!!
ResponderEliminarPor un momento me he sentido en las gradas de La Maestranza.